domingo, 10 de abril de 2011

Asesina

Desprendido de mis sueños entresijos.

Llevo la mirada turbia y un par de sollozos.

Cuán daño puede hacer una persona,

sus armas, sus guerras.

Una bala disparada con desapego.

Una bomba detonada entre los pies.

Un empujón y al abismo.

Tantos objetos. Tantos entes.

Arrancado de mis anhelos, me detengo,

traigo la voz entre cortada y vacilante.

Cuán daño puede hacer un individuo,

sus comportamientos, sus actitudes.

Arruinadas están sus conciencias.

Arrogantes creyendo poder hacerlo todo.

Insignificantes algunos para otros.

Tantas maldades. Tantos perversos.

Pasmado y desconcertado aún. Giro. Observo.

Llevo una lenta y enigmática sensación

-preguntan mis más íntimos recelos-

Qué tanto daño hace tan sólo un par de palabras,

una expresión arraigada a perdigones asesinos

que despojan los vestidos a los pensamientos,

lo que en verdad significa alguien para otro.

Demolición perfecta, corta, silenciosa.

Crimen que paga la víctima aún más

si estima existía – decepción.

Cuán doloroso es aquel azote.

Las traiciones. Las calumnias. Los odios

diciendo ser amores.

Todo sale por la boca:

El arma más mortal del hombre.

-Dalex.

Abstracto

Un alguien. Un algo. Un ahora.

Un después. Lentitud hiriente, pasiva,

a veces traicionera; quizá

en algún lugar especial, refulgente,

donde el viento no se lleve los recuerdos,

donde el tiempo no sea de éstos

el destino.

O tal vez en un volcán humeante,

en sus faldas, enhiesto yo, usted postrada,

caída, allí en su hesitación.

Aquí, no sé donde pero aquí. Abro al fin

la vista, me entero de algo abstractamente

existente.

Un ser. Un tumulto. Una fuerza.

Un sentido. Razón desconsolada, efervescente,

a veces lunática; tal vez

andando por caminos lejanos, sin conocer

que es tiempo de un cambio, que

no hay por qué mirar atrás y caer en esa sima

llena de cadáveres,

que el tiempo no advierte. La vida. La vida.

En sus momentos; incauto yo, usted mirándome,

caída, allí, incrédula.

Aquí no hay más voces escépticas. Doy cuenta

de que el mundo se mueve por algo abstractamente

latente.

Un comienzo. Un final. Una historia.

En un después sólo quedarán de mí el nombre

y mil recuerdos, quizá

en mi lecho de muerte, sin saber qué hacer,

te encuentres algún día en el reflejo de tus lágrimas.

Sobre nosotros se viste en esta noche el cielo

con su atuendo copado de pecas brillantes. Perlas.

Anda. Levántate. Disfruta.

Antes que la bruma oculte los sentimientos.

Cree, antes que se te vallan los suspiros.

Aquí no hay más que un tú, un yo y

un acerbo menguante. Busca entonces algo

abstractamente perceptible, pues finalmente

es ese algo lo que mantiene a todo esto con vida.

-Dalex